Poco se sabe sobre esta mujer de alma libre, inconformista e independiente
que decidió abandonar el Paraíso por su propio pie, y que la Historia ha
tratado como hechicera, rebelde y dominante. Creó la imagen del
estereotipo de la mujer fatal, pero ¿es ésta un mito, una realidad o un pasaje
más en la historia de la misoginia?
Lilith era conocida como una diablesa de gran importancia entre la
demonología hebraica ([1])
hasta que se citó en un texto del siglo XII ([2]) su
nombre como el de la primera compañera de Adán, nacida del polvo y el barro
como él, creados en igualdad. Ella, no queriendo renunciar a dicha igualdad en
ningún aspecto, discutía con él hasta sobre el modo en que realizar su unión
carnal. “¿Por qué he de acostarme debajo de ti?- preguntaba. Yo también fui
hecha con polvo, y por consiguiente soy tu igual.” Como Adán no cedió, ella
pronunció el nombre de Dios y abandonó a su compañero en el
Edén ([3]).
Al abandonar el Paraíso vagó por la tierra y aprendió las artes oscuras,
representada a veces con atributos como la lechuza, que alude a la noche y la
sabiduría. Ante esto la religión necesitaba otra figura femenina, una nueva
compañera para Adán. Es entonces cuando surgirá Eva, quien acabará siendo
pecadora y tan culpable casi como Lilith, pero al fin y al cabo, Eva permaneció
fiel al lado de su compañero. Así pues, la visión de la mujer independiente,
insubordinada y libre cayó sobre Lilith, quien fue la primera que desafió la
voz del Señor, autoridad y patriarcado. Yahvé envió unos ángeles a buscarla
para convencerla de que volviera al Edén pero ella se negó, lo cual provocó la
ira de Dios, quien la castigó matando a sus hijos. Ella emprendió su venganza
asesinando a todos los recién nacidos, lo que la relacionaría con una imagen revolucionaria
y anticonceptiva frente a la perfecta madre ejemplar. Es aquí donde entra en
juego la Iglesia con la veneración de la Virgen María. La
antítesis. La Virgen era el prototipo altivo al que toda buena mujer debía
aspirar: pureza, castidad y sometimiento ante el hombre, tanto al terrenal como
al celestial. El culto mariano pretendía alejar a la mujer de
imágenes como las de Eva y Lilith, y utilizar a María como camino hacía la
salvación y redención ([4]).
Mayormente en el siglo XIX, las mujeres empezaron a resurgir como entes
libres y a luchar por sus derechos pero opuestamente se deseaba mantener el statu
quo del papel de la "mujer tradicional" avalado por la
Iglesia y la nueva élite intelectual, la burguesía conservadora de la época.
Éstos tenían motivos suficientes para considerar a la nueva mujer emergente
como un ser dañino al sistema cultural y social establecido, una viuda negra. ¿Se
pretendía hacer un damnatio memoriae de Lilith no sólo de las
Sagradas Escrituras sino de la sociedad en la que ésta se había instaurado con
fuerza? Es posible puesto que en su historia se ven los orígenes de la
misoginia que a través de los años enlazan con las circunstancias sociales y
políticas de la fin-de-siècle, explicando la inseguridad y el temor
que apareció en el sector masculino ante la nueva mujer en rebelión contra el orden
establecido y la distribución de roles. La mujer se volvió dominatrix Sin
embargo, en los círculos artísticos cuando se acuñaba el término francés femme
fatale para denominar a la mujer que sobresalía de lo convencional, no
se la presentaba como la culpable del sufrimiento de la humanidad, sino como el
símbolo del estandarte de una gran revolución feminista. La renuncia a la
obediencia del hombre rechazaba el machismo y la sumisión, negarse al
matrimonio rompía con el estereotipo de la buena madre y perfecta esposa,
trabajar en las fábricas se alejaba del dolce far niente. Varios
hombres artistas sentían una irrevocable pasión hacía ellas. El poeta Charles
Baudelaire escribió en sus Fleurs du mal (1857) o Émile Zola plasmó
en su Nana (1880) unos párrafos que bien podían ir dedicados a
Lilith. Estas mujeres fueron protagonistas también en los cuadros de los prerrafaelitas
como Rossetti, de simbolistas como Klimt o el primer Munch, o los vanguardistas
como Van Dongen.
Es por estos hechos que Lilith se ha ganado una fama de perversa, libertina
e indomable, siendo prefigurada como una mujer adelantada a su tiempo, unida a
la lucha por el cambio en el mundo femenino. Ya hace tiempo que las hijas de
Lilith llamaron a la puerta.
[1]
BORNAY, Erika, Las hijas de
Lilith, Madrid, Ensayos de Arte Cátedra, (1990) 2010, p. 25.
[2]
En el Talmud posiblemente.
[3] Citado en BORNAY, (1990) 2010, op.cit.
p.25. GRAVES, Robert y PATAI Raphael, Los mitos hebreos, Buenos Aires,
Losada, (1963) 1969, p. 44.
[4] FIGES, Eva, Actitudes patriarcales: las mujeres en la sociedad,
Madrid, Alianza editorial, 1972, p.45.
BORNAY, Erika, Las hijas de Lilith,
Madrid, Cátedra, (1990) 2010.
DIJKSTRA, Bram, Ídolos de
perversidad: la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, Madrid,
Debate, (1986) 1993.
FIGES, Eva, Actitudes patriarcales:
las mujeres en la sociedad, Madrid, Alianza editorial, 1972.
GRAVES, Robert y PATAI Raphael, Los
mitos hebreos, Buenos Aires, Losada, (1963) 1969.
MARCOS, Manuel Antonio, Lilith.
Evolución histórica de un arquetipo femenino. Universidad de León, 2009.
POSADAS, Carmen y COURGUERON Sofía, A la sombra de Lilith:
en busca de la igualdad perdida, Barcelona: Planeta, 2004.
RADFORD, Religion
and Sexism, Images of Woman in the Jewish and Christian Traditions, Nueva
York, Rosemary ed. Simon & Schuster, 1974
"Ars longa, vita brevis"
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