Esta exposición de carácter itinerante (posteriormente viajará a Madrid, Montreal y Chicago) engloba
numerosas piezas de museos de toda Europa que han permitido formar una
colección de la Antigüedad Grecolatina bastante completa. El mediterráneo fue
una vía fluyente continuamente de creencias, ideas, conocimientos, mercancías,
formas culturales, etc entre lugares tan importantes como Egipto, Grecia e Italia.
Personalmente siempre
he considerado que Grecia era la cuna de la mayor parte de la cultura europea,
por eso me da tanta pena ver el estado de Grecia actual con los grandes valores
y pensamientos que tuvieron sus ancestros. Me imagino a Platón levantando
cabeza ante los nuevos griegos y lanzando ejemplares de la República en las
guerrillas callejeras.
El mar Mediterráneo, que da nombre a la exposición, es el origen del pensamiento occidental, las culturas surgidas entorno a estas aguas, como la Griega y la Romana son parte esencial de lo que hoy entendemos como Europa. En el siglo VI a.C,
cuando el período de la Grecia clásica empezaba a aflorar, hubo un cambio en
sus mentes respecto a la concepción de ver el mundo terrenal y el destino de
los hombres, y el Olimpo de los dioses. Las ciudades griegas incorporaron el
espacio público, que ya no pertenecía a los dioses sino a la comunidad, como el
ágora, un lugar de intercambio de ideas y bienes, y valores como la paz, la
abundancia, la prosperidad y la justicia se extienden. La exposición muestra
esta argumentación con una selección de 165 obras griegas y romanas: estatuas,
relieves, frescos, cerámica, mosaicos, joyas, etc que intentan aproximar a los
hombres de la actualidad a la historia y la religión del mundo grecolatino a
través de personajes mitológicos tan conocidos como Hércules, Europa, Eros, Jasón,
Medea, Ulises, Odiseo, Prometeo y demás. La idea de remarcar la importancia de
la filosofía como hilo conductor de la vida de un hombre queda clara y concisa,
como si ésta fuera el pilar del alma.
“
El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación,
turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su
alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su forma,
indescifrable. En pocas palabras, todo lo que pertenece al cuerpo, un río,
sueño y vapor; lo que es propio del alma, la vida, guerra y estancia en tierra
extraña; la fama póstuma, el olvido. ¿Qué puede darnos entonces compañía? Única
y exclusivamente la filosofía. Ésta consiste en preservar el guía interior,
exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al
azar, sin valerse de la mentira y la hipocresía, aceptando lo que acontece,
argumentando a la mente con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta
no es otra cosa que disolución de los elementos de los que está compuesto cada
ser vivo.”
Marco Aurelio, Meditaciones II, 17.
Ante nuestros ojos
aparece una nueva visión alejada de las batallas y el heroísmo de estos pueblos
que nos muestran las películas de Hollywood (salvaguardando Ágora), y por una
vez nos centramos ante el mito, la filosofía, la doctrina, la política, de los
encuentros con los nuevos dioses como Mitra, Jesús…todo se contempla desde una
complejidad que les convierte de nuevo en un referente próximo, reflejo de
anhelos y contradicciones del hombre de hoy. Recomendable.
Comentando los aspectos
técnicos de la exposición hay que mencionar la mala decisión del equipo de
diseño de colocar una puerta corrediza mecánica que hacía un ruido horrible
cada vez que alguien accedía a la sala, y de organizar un recorrido expositivo
a veces ciertamente confuso. Positivamente hay que destacar la calidad de
las obras –auténticos frescos de Pompeya del 25-45 d.C aunque sin ningún tipo
de control climático o protección frente a los visitantes- y la sala de lectura
auditiva donde se podían escuchar fragmentos destacados de las obras más
conocidas de la literatura y el pensamiento griego. Algunas de las obras, la
cerámica principalmente, estaba situada dentro de vitrinas, y el alumbrado consistía en un sistema de raíles con focos dirigidos,
dependiendo de la obra con una intensidad de luxes que variaría entre los 50 y
los 150, aproximadamente. Gran afluencia de público, por desgracia destaca algún que otro personaje maleducado que responde sin ninguna vergüenza
a las llamadas telefónicas en mitad de la sala o hace un tour como “guía” comentando las obras a sus amigos durante todo el
recorrido y en voz alta. Hay que comentar el maravilloso despliegue de
obras literarias griegas y romanas que ha hecho la librería LAIE del Caixaforum
a favor de la exposición, contando también con el magnífico catálogo de ésta. Muy tentador llevárselo todo a casa.
Más me pesa concluir
con esta afirmación pero que a mi ver es cierta. El filósofo y poeta Friedrich
Schlegel decía, en pleno Romanticismo alemán, que los griegos sentían
naturalmente y que ellos –refiriéndose a los hombres de su época- sentían lo
natural, sintiendo esa pena romántica al ver que su pueblo se alejaba del ideal griego. Respira tranquilo Schlegel, en España no hemos
sido griegos nunca, nos ha faltado el espíritu y sobretodo el carácter. Nuestra cultura o
nuestras formas no se vieron irradiadas del esplendor griego, jamás fuimos su
sombra pues jamás andamos tras su estela. No hay ya en nuestro mundo global una
noción ética con respecto a la comunidad (la polis), un respeto hacía la misma, pues si lo hubiera respetaríamos el espacio común, no contestaríamos a una llamada telefónica y daríamos voces frente a la contemplación de un pasado que se nos escapa, frente a una esencia que jamás fue nuestra.
“España no es Europa, no lo ha sido nunca –como tampoco lo han sido Turquía y Rusia. Europa es una complicada mezcla de las sucesivas aportaciones de Grecia, Roma, el cristianismo, el Renacimiento, la Reforma y la Revolución Francesa. Y España, de Grecia, tiene muy poco: un leve reflejo en el litoral levantino. De Roma, los rastros de una organización administrativa y jurídica, con cierta tradición arquitectónica. Del cristianismo, sólo su parte negra, sangrienta y combativa, la que hizo decir a Chateaubriand que los españoles son “des arabes chrétiens”. Del Renacimiento, fórmulas literarias y decorativas: palacios desvencijados, fachadas risueñas, plazas monumentales en tierras pobres, el endecasílabo –que trajo Boscán y pulió Garcilaso-, el neoplatonismo injertado por Fray Luis de León, etc.: un barniz nada esencial. De la Reforma, casi ni rastro. De la revolución del 89, otro barniz intelectual y político, más fino y frágil que un polvillo. Y, en cambio, lleva en la sangre una mezcla de savia mora, judía y visigoda que hace inviable cualquier corriente de europeismo.”
“Meditaciones en el desierto” (1946-1953) de Gaziel
Caixaforum Barcelona
Del 28 de febrero al 15 de junio de 2014.
Actividades no gratuitas entorno a la exposición: conferencias, conciertos, ciclo de cine, visitas guiadas...
telf: 934768600
"Ars longa, vita brevis"
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