Yo
quería dedicarme al arte contemporáneo cuando el arte contemporáneo…molaba.
Empezaré
siendo honesta. No soy nadie, y quizás nunca llegue a serlo en este mundillo
del arte. A-desk y Bonart no me quieren, no les culpo, lo entiendo. No trabajo
ni colaboro con ninguna galería, museo, institución cultural o medio de
comunicación. Esto es, mi opinión no tiene ningún valor más allá de este blog.
Este hecho también me habilita la posibilidad de expresarme libremente. No le
debo nada a nadie más que a mí misma. Todo lo que comento es desde mi creencia
personal basada en una licenciatura y un máster en Historia del Arte, una
experiencia laboral en el sector artístico, y una curiosidad sin parangón por todo lo que transite en los caminos del arte.
Hemos
perdido algo en el camino.
Todo
aquel que me conoce bien, que son cuatro personas contadas, saben que desde
hace tres años estoy deprimida y descontenta con la materia vital. Mea culpa. Me contaron el mismo cuento
que a toda una generación, y me lo creí. Creí que cuando finalizara la universidad
las instituciones culturales se me rifarían. Tenía 25 años y me había procurado
un buen C.V hasta la fecha: cuatro o cinco idiomas, un 10 en la Tesina, y la
mejor casa de Subastas de Barcelona, el mejor Museo de ámbito nacional catalán,
y una Galería de Arte de renombre con artistas como Ferrer o Fontcuberta, habían
confiado en mí durante mi formación. Alguien tenía que querer
contratarme…ingenua de mí. Hay demasiada competencia fuera buscando exactamente
lo mismo. Tuve la suerte de acabar en Turismo cobrando más de 1000 euros, no me
quejo (sólo algunos días). No me gustaría haber caído en las garras de la
precariedad de Ciut’art, Fragment, Magma, o Expertus, entre otras empresas de
servicios culturales.
A los 25
hubiera hecho casi cualquier cosa por trabajar en una institución cultural, no
descarto la idea hoy en día, pero acoto márgenes. Estas palabras no le gustarán
a todo el mundo, algunos me dirán que estoy tirando mi carrera por la borda,
que estoy arrojando piedras sobre mi propio tejado, que no hay que ir a por los
peces gordos. A lo que yo respondo que, a los peces gordos no les intereso en
absoluto, y que por otra parte no soy una lameculos. El mundo del arte
contemporáneo de hoy ya consta con un gran círculo de sicofantes, y de
canapés. Esta “feria de vulgaridades” se basa en ver quién la dice más gorda y
a quién le aplauden y pagan más por ello. Llamarme romántica pero estas cosas
con Duchamp no pasaban, NO de este modo. A pesar de lo que se pueda pensar,
Duchamp sabía muy bien lo que hacía. No digo que hoy se hagan Duchamps, eso no
tendría sentido, digo que se haga arte libremente pero intuido, escuchando al
pasado, y constatando en el presente un futuro.
Hace un
mes, aproximadamente, recibí una invitación de una persona enrolada en el mainstream barcelonés. Era un buen
contacto, me alegré por ello, así que la acepté. Para mi sorpresa, me invitó a
una múltiple inauguración artística, expositiva y performática. Tuve que pedir
un día libre en el trabajo para poder asistir, pero pensé que merecería la
pena.
La exposición se desarrollaba en la galería ADN de Barcelona bajo el título Buenas Intenciones, y presentaba algunos de los trabajos de la artista Nuria Güell. Aunque Güell sea la hippie de una familia, por parte, creo que, adinerada (tuve la casualidad de sentarme justo delante de un familiar suyo en el autobús fletado por ADN y oír algunos comentarios. No quiero decir con esto que la artista disponga de ingresos financieros por parte de su familia para realizar su carrera artística, ni nada por el estilo, que quede claro), sus trabajos artísticos que abordan la política, lo territorial, lo financiero y lo moral, y siempre moviéndose entre el margen de lo legal y lo ilegal confrontando los dispositivos de poder, me parecen sumamente interesantes. ¡Chapeau!, para lo que se ve hoy en día. Es una
exposición que recomiendo, con obras que invitan a la reflexión como Ápatrida por voluntad propia (2015) en
la que se plantea la desidentificación con la estructura del Estado-Nación y el
rechazo a la nacionalidad como construcción indentitaria impuesta, abogando por
adoptar un estatuto de apátrida. O la obra que presenta el mismo título de la
exposición, Buenas intenciones
(2016), donde se compró antigüedades sirias que tienen valor patrimonial con la
intención de evitar su desaparición, y devolver a posteriori las piezas a su
país de origen, para que especialistas y conservadores sirios se ocupen de su
preservación. No obstante, el tráfico de la compra-venta de patrimonio cultural
es en cierta parte ilegal, y está dirigido, en algunos casos, por grupos terroristas o símiles, que sacan de
ello sus principales vías de financiación para la guerra. Así pues, ¿qué sucede
cuando una buena intuición deviene mercancía?
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Buenas intenciones. Nuria Güell, 2016 |
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Pieza comprada. Buenas intenciones. Nuria Güell. 2016 |
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Apátrida por voluntad propia, Nuria Güell, 2015 |
El acto
performático, sin embargo, fue otro cantar. Bajo el texto No estuve en New York, los artistas mainstream, capitaneados por un comisario mainstream, presentaban un acto parateatral algo previsible. Durante
apenas diez minutos, se narran una serie de experiencias ajenas, en la ciudad
de NY, en los años ochenta, referenciando a lugares míticos y personajes
característicos de la época, como Andy Warhol.
El trasfondo puede estar bien.
Hay caldo de cultivo como para que el asunto hierva, chicha apropiacionista
postmoderna, pero no acaba de arrancar. Quizás es el aire que fluye en el
ambiente. Quizás es la pantomima de las actrices arrebatándose una peluca la
una a la otra, o la entonación de las palabras, quizás las dos horas de canapés
y lametazos posteriores al acto, o el olor a hípster y snob que destila la
sala. El postureo de la época post-postmoderna. Quizás es que yo me esperaba un
debate con discurso, sí, algo más de enjundia, quizás sea eso.
Fue un
acto divertido y entretenido, sí, un acto artístico, para mí, no. Un acto que
merezca aplausos, para mí, de nuevo, no. Aunque, aquí es donde aparece la mejor
arma de algunos ejemplos de arte contemporáneo, la legitimación. Todo es legitimación. Si se presenta un qué, un
cómo, un dónde, un quién, un medio, y, en ocasiones, alguien dispuesto pagar
por ello, está legitimado y por lo tanto, entra en el circuito. Ésta obliga a
una inmediata aceptación a ojos cerrados y limita bastante los parámetros de la
crítica, de la sincera crítica.
Otra
cosa son las consideraciones personales de cada uno de lo que creamos lícito
representar como arte y lo que no, eso ya es otra historia, la historia que yo
expongo aquí, que no deja de ser una opinión personal basada en experiencia y
conocimientos.
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Performance, No estuve en NY, 2016 |
Bien, no tengo nada contra esta gente, estoy en contra del chiringuito montado alrededor, eso es todo. Tuve que pedir un día libre en mi trabajo para acudir a una nave industrial, alejada de la mano de Dios, eso sí, en Sant Cugat (guiño, guiño) para ver a dos mujereres peleándose por una peluca mientras comentaban en tono de burla que no estuvieron en New York, cuando New York, molaba. Luego mantener la compostura ante un vernissage post inauguración, de ambiente opulento, lleno de halagos y apariencias, mientras contemplaba las agujas del reloj y engullía canapés.
Definitivamente, yo no estoy hecha para ese mundo, canto como una almeja, no es mi margen de movilidad en el mundo artístico. No sabía a qué comentarios atenerme, así que mantenía una sonrisa amable y un cigarro en la calle al aire fresco. Defiendo una pérdida de interés total ante este mundillo, lo confieso. Disfruto mucho más tomando una cerveza con según quién debatiendo y argumentando un discurso teórico-artístico. No sabía que me metía en la boca del lobo, aunque a estas alturas podría habérmelo imaginado. No importa, sé que se me culpará a mí de todo esto, de no haber sabido aprovechar la oportunidad para comunicarme con la gente que había en el acto, de ser una resentida con el mundo laboral del arte, de ser una incauta, de no haber sabido entender el "discurso" de la obra...
No
obstante, no hay mal que por bien no venga. Quizás como dice mi buen amigo P.
un día todo esto me sirva para escribir mi propio texto: Cuando yo quería dedicarme al mundo del arte contemporáneo porque pensaba
que el mundo del arte contemporáneo molaba. No es el arte, él no tiene la
culpa, es la casta. Soy consciente de
que me quejo de algo que ha existido siempre en el mundo del arte, de una manera
u otra, pero tener que aplaudir según qué cosas por convicción para que algunos
se vayan a casa pensando que aquello ha merecido la pena, no me hace sentir
cómoda. No quiero alimentar la mentira de la legitimación del arte
contemporáneo ni la feria de las vulgaridades.
En
definitiva, respeto la obra porque está legitimada, pero no conecto con ella.
Gracias Irene. Gracias P.
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