jueves, 23 de junio de 2016

Postmodernidad incauta = feria de lametazos

Yo quería dedicarme al arte contemporáneo cuando el arte contemporáneo…molaba.

Empezaré siendo honesta. No soy nadie, y quizás nunca llegue a serlo en este mundillo del arte. A-desk y Bonart no me quieren, no les culpo, lo entiendo. No trabajo ni colaboro con ninguna galería, museo, institución cultural o medio de comunicación. Esto es, mi opinión no tiene ningún valor más allá de este blog. Este hecho también me habilita la posibilidad de expresarme libremente. No le debo nada a nadie más que a mí misma. Todo lo que comento es desde mi creencia personal basada en una licenciatura y un máster en Historia del Arte, una experiencia laboral en el sector artístico, y una curiosidad sin parangón por todo lo que transite en los caminos del arte.

Hemos perdido algo en el camino.

Todo aquel que me conoce bien, que son cuatro personas contadas, saben que desde hace tres años estoy deprimida y descontenta con la materia vital. Mea culpa. Me contaron el mismo cuento que a toda una generación, y me lo creí. Creí que cuando finalizara la universidad las instituciones culturales se me rifarían. Tenía 25 años y me había procurado un buen C.V hasta la fecha: cuatro o cinco idiomas, un 10 en la Tesina, y la mejor casa de Subastas de Barcelona, el mejor Museo de ámbito nacional catalán, y una Galería de Arte de renombre con artistas como Ferrer o Fontcuberta, habían confiado en mí durante mi formación. Alguien tenía que querer contratarme…ingenua de mí. Hay demasiada competencia fuera buscando exactamente lo mismo. Tuve la suerte de acabar en Turismo cobrando más de 1000 euros, no me quejo (sólo algunos días). No me gustaría haber caído en las garras de la precariedad de Ciut’art, Fragment, Magma, o Expertus, entre otras empresas de servicios culturales.
A los 25 hubiera hecho casi cualquier cosa por trabajar en una institución cultural, no descarto la idea hoy en día, pero acoto márgenes. Estas palabras no le gustarán a todo el mundo, algunos me dirán que estoy tirando mi carrera por la borda, que estoy arrojando piedras sobre mi propio tejado, que no hay que ir a por los peces gordos. A lo que yo respondo que, a los peces gordos no les intereso en absoluto, y que por otra parte no soy una lameculos. El mundo del arte contemporáneo de hoy ya consta con un gran círculo de sicofantes, y de canapés. Esta “feria de vulgaridades” se basa en ver quién la dice más gorda y a quién le aplauden y pagan más por ello. Llamarme romántica pero estas cosas con Duchamp no pasaban, NO de este modo. A pesar de lo que se pueda pensar, Duchamp sabía muy bien lo que hacía. No digo que hoy se hagan Duchamps, eso no tendría sentido, digo que se haga arte libremente pero intuido, escuchando al pasado, y constatando en el presente un futuro.

Hace un mes, aproximadamente, recibí una invitación de una persona enrolada en el mainstream barcelonés. Era un buen contacto, me alegré por ello, así que la acepté. Para mi sorpresa, me invitó a una múltiple inauguración artística, expositiva y performática. Tuve que pedir un día libre en el trabajo para poder asistir, pero pensé que merecería la pena.

La exposición se desarrollaba en la galería ADN de Barcelona bajo el título Buenas Intenciones, y presentaba algunos de los trabajos de la artista Nuria Güell. Aunque Güell sea la hippie de una familia, por parte, creo que, adinerada (tuve la casualidad de sentarme justo delante de un familiar suyo en el autobús fletado por ADN y oír algunos comentarios. No quiero decir con esto que la artista disponga de ingresos financieros por parte de su familia para realizar su carrera artística, ni nada por el estilo, que quede claro), sus trabajos artísticos que abordan la política, lo territorial, lo financiero y lo moral, y siempre moviéndose entre el margen de lo legal y lo ilegal confrontando los dispositivos de poder, me parecen sumamente interesantes. ¡Chapeau!, para lo que se ve hoy en día. Es una exposición que recomiendo, con obras que invitan a la reflexión como Ápatrida por voluntad propia (2015) en la que se plantea la desidentificación con la estructura del Estado-Nación y el rechazo a la nacionalidad como construcción indentitaria impuesta, abogando por adoptar un estatuto de apátrida. O la obra que presenta el mismo título de la exposición, Buenas intenciones (2016), donde se compró antigüedades sirias que tienen valor patrimonial con la intención de evitar su desaparición, y devolver a posteriori las piezas a su país de origen, para que especialistas y conservadores sirios se ocupen de su preservación. No obstante, el tráfico de la compra-venta de patrimonio cultural es en cierta parte ilegal, y está dirigido, en algunos casos, por grupos terroristas o símiles, que sacan de ello sus principales vías de financiación para la guerra. Así pues, ¿qué sucede cuando una buena intuición deviene mercancía?

Buenas intenciones. Nuria Güell, 2016

Pieza comprada. Buenas intenciones. Nuria Güell. 2016

Apátrida por voluntad propia, Nuria Güell, 2015

El acto performático, sin embargo, fue otro cantar. Bajo el texto No estuve en New York, los artistas mainstream, capitaneados por un comisario mainstream, presentaban un acto parateatral algo previsible. Durante apenas diez minutos, se narran una serie de experiencias ajenas, en la ciudad de NY, en los años ochenta, referenciando a lugares míticos y personajes característicos de la época, como Andy Warhol. 
El trasfondo puede estar bien. Hay caldo de cultivo como para que el asunto hierva, chicha apropiacionista postmoderna, pero no acaba de arrancar. Quizás es el aire que fluye en el ambiente. Quizás es la pantomima de las actrices arrebatándose una peluca la una a la otra, o la entonación de las palabras, quizás las dos horas de canapés y lametazos posteriores al acto, o el olor a hípster y snob que destila la sala. El postureo de la época post-postmoderna. Quizás es que yo me esperaba un debate con discurso, sí, algo más de enjundia, quizás sea eso.

Fue un acto divertido y entretenido, sí, un acto artístico, para mí, no. Un acto que merezca aplausos, para mí, de nuevo, no. Aunque, aquí es donde aparece la mejor arma de algunos ejemplos de arte contemporáneo, la legitimación. Todo es legitimación. Si se presenta un qué, un cómo, un dónde, un quién, un medio, y, en ocasiones, alguien dispuesto pagar por ello, está legitimado y por lo tanto, entra en el circuito. Ésta obliga a una inmediata aceptación a ojos cerrados y limita bastante los parámetros de la crítica, de la sincera crítica.

Otra cosa son las consideraciones personales de cada uno de lo que creamos lícito representar como arte y lo que no, eso ya es otra historia, la historia que yo expongo aquí, que no deja de ser una opinión personal basada en experiencia y conocimientos.

Performance, No estuve en NY, 2016

Bien, no tengo nada contra esta gente, estoy en contra del chiringuito montado alrededor, eso es todo. Tuve que pedir un día libre en mi trabajo para acudir a una nave industrial, alejada de la mano de Dios, eso sí, en Sant Cugat (guiño, guiño) para ver a dos mujereres peleándose por una peluca mientras comentaban en tono de burla que no estuvieron en New York, cuando New York, molaba. Luego mantener la compostura ante un vernissage post inauguración, de ambiente opulento, lleno de halagos y apariencias, mientras contemplaba las agujas del reloj y engullía canapés.
Definitivamente, yo no estoy hecha para ese mundo, canto como una almeja, no es mi margen de movilidad en el mundo artístico. No sabía a qué comentarios atenerme, así que mantenía una sonrisa amable y un cigarro en la calle al aire fresco. Defiendo una pérdida de interés total ante este mundillo, lo confieso. Disfruto mucho más tomando una cerveza con según quién debatiendo y argumentando un discurso teórico-artístico. No sabía que me metía en la boca del lobo, aunque a estas alturas podría habérmelo imaginado. No importa, sé que se me culpará a mí de todo esto, de no haber sabido aprovechar la oportunidad para comunicarme con la gente que había en el acto, de ser una resentida con el mundo laboral del arte, de ser una incauta,  de no haber sabido entender el "discurso" de la obra...

No obstante, no hay mal que por bien no venga. Quizás como dice mi buen amigo P. un día todo esto me sirva para escribir mi propio texto: Cuando yo quería dedicarme al mundo del arte contemporáneo porque pensaba que el mundo del arte contemporáneo molaba. No es el arte, él no tiene la culpa, es la casta. Soy consciente de que me quejo de algo que ha existido siempre en el mundo del arte, de una manera u otra, pero tener que aplaudir según qué cosas por convicción para que algunos se vayan a casa pensando que aquello ha merecido la pena, no me hace sentir cómoda. No quiero alimentar la mentira de la legitimación del arte contemporáneo ni la feria de las vulgaridades.

En definitiva, respeto la obra porque está legitimada, pero no conecto con ella.


Gracias Irene. Gracias P.




"Ars longa, vita brevis"