miércoles, 27 de junio de 2012

LA CIENCIA FICCIÓN EN EL CINE POSMODERNO: LA ERA DE LAS MÁQUINAS III

2.1. Temática: el hombre y la máquina.

“¿Se trata de humanizar la máquina o de transformar al hombre en algo inhumano?”.
Hasta donde alcanzaba la vista no hay sino copias […] Las he hecho a mi imagen y semejanza, y las he animado para que aumenten y se multipliquen en progresión geométrica, porque ellas heredarán la Tierra.
 William Burroughs. El almuerzo desnudo.1959.

El universo que se repliega y expande ante los ojos del hombre posmoderno es uno donde el individuo participa cada vez menos en la toma de decisiones, limitándose a seleccionar y reduciendo su vida en asumir pasivamente el papel de despreocupado consumidor que el sistema le otorga.
Los animales son meros mecanismos, sin atisbo de racionalidad, y el cuerpo humano es (como cuerpo animal) también una simple máquina.

La densidad de la iconosfera posmoderna se ha incrementado notablemente en los últimos años debido a la emergencia de imágenes digitales interactivando una etapa de relaciones entre hombre y máquina, expandiéndose en los sectores civiles hacia los usos científicos e industriales, en los campos del diseño y la arquitectura, en las industrias del espectáculo, en los videojuegos y en la publicidad. Esto ha dado lugar al término imagineering derivado de las palabras: imagen e ingeniería.

En la novela de Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en la que está inspirada la película de Scott, Blade Runner, el protagonista recibe el nombre de Dekard, y no es por casualidad.  ¿Estaría el autor proponiéndonos una relación del protagonista con el filósofo racionalista Descartes? Es muy posible puesto que Dekard mata a las “máquinas”, a los simulacros, sin ningún escrúpulo, como teniendo todo el derecho racional y absoluto a hacerlo, alegando que los androides son meras máquinas semovientes sin atisbo de alma pensante que les acerque a los humanos. Su inteligencia es la de un ordenador, su memoria simples implantes. Sin embargo, en los androides de Dick sí hay una presencia de seres compuestos por alma y cuerpo, substancias en conexión dentro del complejo unitario de un individuo racional pero en este caso artificial y que al igual que todos se pregunta: ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué estoy aquí y cuánto tiempo me queda? Aquí podríamos afirmar el concepto de tabula rasa. Todo está en duda. ¿Dónde empieza la ficción y acaba la realidad? ¿Hasta qué punto dominamos a las máquinas, es más, hasta que punto nos dominan ellas a nosotros? ¿No está todo nuestro mundo: controles de seguridad, bases de datos, generadores de energía…controlado por máquinas?

En Blade Runner los androides son simulacros de seres humanos, creados por un Padre/Dios/Doctor Frankenstein del siglo XXI que los ha soltado al mundo bajo la condición del libre albedrío tan perdidos y desprevenidos como Jehová a Adán y Eva al ser expulsados del paraíso.
La novela y el libro constituyen un texto pictórico. El texto expresa ese pensamiento en imágenes, por ejemplo: el cuadro del Grito (1893) de Edvard Munch (1863-1844). Dekard, el protagonista de la novela, es un mediocre burócrata colaborador de la policía, que busca un sobresueldo matando androides. Si el cuadro de Munch es el cuadro de la condición humana postecnológica, lo que diferencia a los humanos de las máquinas, en este caso de los androides, no son los sentimientos, pues ambos pueden llegar a desarrollar estados emocionales. La novela no insiste sobre las diferencias sino, más bien, sobre la imposibilidad de establecerlas.

No obstante, y a diferencia de la criatura de Frankenstein, estos androides “nacen” perfectos en un plano físico e intelectual, pero en cuanto a un plano moral son meros adolescentes; no tienen sentimientos, ni empatía, que a lo largo de la historia siempre llega a ser lo que distingue al hombre de la máquina y nos hace superior a ella, que no son capaces de amar. Esto nos recuerda a la escena final  la película Terminator 2: el juicio final, la secuencia en la que Terminator está a punto de ser destruido en la lava y John Connor derrama una lágrima, a lo que el robot responde: “ahora entiendo porque lloráis, pero es algo que yo jamás podré hacer”.

Aquí podríamos introducir el concepto de “la nueva carne”, el proceso de robotización de los seres humanos. Nos referimos, no sólo a aspectos que sustituyen una parte del aspecto físico del ser humano que éste ha perdido por accidente (un brazo, una cadera, una rodilla…) que hace al hombre parecer un cyborg al estilo Robocop, sino a la implantación de microchips en el tejido humano. Estos microchips injertados en el cuerpo con el fin del control de la información no es una realidad alejada de la actualidad; si bien ya existe el pasaporte y el DNI electrónico, ¿Qué hace pensar que lo próximo no pueda ser un microchip de localización, una base de datos interna del individuo? ¿Acaso no usan ya los perros o animales similares tales injertos para estar controlados por sus dueños en caso de extravío? No hace falta imaginar mucho más puesto que la implantación de microchips en humanos ya es una realidad. Una vez la población esté implantada, se acabó la libertad. ¿Cómo se vende el producto? Pues diciendo que permite saber donde está nuestro hijo desaparecido, que permite saber nuestro historial médico en caso de accidente, acceso libre a tu discoteca habitual, y muchas otras “comodidades sociales”.
Sin duda alguna, de esta marca del diablo ya advertías hasta la Biblia:

“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, y que ninguno pudiera comprar ni vender, sino el que tuviera la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis (666)”

Apocalipsis 13:16-18


2.2 Personajes: anti-héroes, robots, elegidos y androides.

Dentro del mundo de la ciencia ficción existen diferentes tipos de personajes que son protagonistas de las historias. Como en cualquiera buena historia, en el mundo de la ciencia ficción, no puede faltar el héroe, pero aquí no se verá el héroe al que estamos acostumbrados, sino la imagen del anti-héroe, el desencantado, que explicaremos a continuación.
Tampoco puede faltar, como en cualquier buena historia que se preste, alguien especial, único e irrepetible, que debe hacer uso de su singularidad para salvar el mundo, en este tipo de contextos ficticios.


En los relatos de ciencia ficción siempre debe haber alguien que salve al mundo de la devastadora situación en la que ha caído, y que dé a la población un mínimo de esperanza y fe en la humanidad, a este ser se le llama “el elegido”. Dicho elegido no se limita a luchar contra la amenaza exterior de manera directa y casi irreflexiva en posesión de una verdad a veces con nombre de Nación; no, atrás quedan los ideales, los patriotas…ahora, dentro de este campo, el elegido está instalado en la duda respecto al sentido de las órdenes o la misión que recibe, y también de su propia idoneidad para llevarla a cabo. En estos papeles podemos ver a Sarah Connor en la saga Terminator, quien es elegida para ser la madre del líder de la resistencia contra las máquinas del futuro, la madre del Mesías, de la salvación. O Neo en la saga Matrix, el protegido, el elegido por el Oráculo para luchar contra las máquinas y liberar a la humanidad de la carcelaria realidad informatizada.

¿Quiénes son estos elegidos realmente? ¿Qué les hace especiales para ser distinguidos de los demás? La respuesta es: nada. Estos elegidos son seres de carne y hueso, sin poderes supernaturales, ni nacidos en otros planetas. Estos elegidos son humanos corrientes, humanos posmodernos, tan válidos como cualquiera, salvar el futuro puede estar en las manos de cualquier miembro de la sociedad. ¿Existe algo más posmodernamente realista que esto?

Por otro lado, hablando de “mecánica tecnológica”, hay que saber apreciar la diferencia entre un robot, un cyborg, y un androide. El primero deriva de la palabra checa “robota” que significa “trabajo penoso”, y normalmente suele ser un mecanismo completamente electrónico en todas sus partes que utilizamos para sustituir tareas arduas para los hombres. El segundo puede ser la perfecta imitación de un hombre, en realidad está constituido por tejido vivo sobre endoesqueleto de metal, como es el caso del modelo T-800, el Termintator. Mientras que el tercero, es decir, un androide, es un trabajo excelente de ingeniería genética, al menos en cuanto a físicamente se refiere. Un androide sangra y llora, y ¿qué puede haber más humano que sangrar? Un androide tiene huesos, esqueleto humano, no robótica.  El androide o replicante es realmente humano en cuanto a la materia con que está construido, pero la gran diferencia respecto al auténtico ser humano, es que su cerebro, y por lo tanto su forma de ser y su conducta; puesto que ha sido creado y manipulado directamente por el hombre. Se puede considerar un híbrido entre la naturaleza y el artificio, u otra naturaleza que difiera de la habitual.
En el caso de la película Blade Runner, el androide Roy Batty empieza a ser un problema para sus creadores cuando empieza a convertirse en algo  más “humano”, un ejemplo de ello es que llora la muerte de su androide amiga Pris, salva la vida de Dekard, y al final el mismo Blade Runner dice: “No sé por qué me salvó la vida. Quizás en esos últimos momentos él amaba la vida más que lo había hecho antes. No sólo su vida, cualquier vida, mi vida. Todo lo que él quería conocer eran las mismas preguntas que nos hacemos todos: ¿De dónde vengo? ¿Dónde estoy yendo? ¿Cuánto tiempo me queda?...”
Los androides de la novela de Philip Dick y los que se plasma en la película Ridley Scott, son seres que han llegado adquirir la capacidad de pensar por sí mismos, personas cibernéticas, lo último en desarrollo tecnológico, con una inteligencia superior a la humana, como es el caso de Roy Batty y Rachel. Pero aunque su intelecto sea superior solamente se limita a un campo científico, por lo que son seres racionales a medias, es decir, no han desarrollado la racionalidad práctica, no tienen experiencia, no sienten. Precisamente el test Voight-Kampft, basado en la empatía de los seres humanos, es lo que les delata.  Dicho test mide una carencia en el aparato anímico de la criatura que le hace distinta del creador pero que a la vez señala la posibilidad, dicho de un modo hegeliano, de conseguir metas que conocen. Aunque parece ser que entre ello se empiezan a desarrollar sentimientos cercanos a la benevolencia, quizás derivados de la solidaridad que los une de una forma casi necesaria para enfrentarse a los seres humanos, los androides son incapaces del más mínimo sentimiento de piedad para con los otros. Sean éstos otros seres humanos o sean animales, los androides son incapaces de sentir compasión o piedad. Los replicantes de Blade Runner deben elaborar por sí mismos la ética. Deben ser creadores de su ley moral, como hicieron los humanos a lo largo de la evolución. Ni siquiera las famosas tres leyes de la robótica de otro de los grandes autores de ciencia ficción, Isaac Asimov, tenían ese carácter profano y constructivista, pues eran derivadas y decididas por el creador. En Blade Runner las criaturas son “morales” de forma autónoma, aunque lo sean sólo de forma incipiente, no hay ley que venga del exterior. Es decir, no quieren moverse, pero pueden.
Los androides preocupan porque suponen una amenaza para nuestra existencia, pero, irónicamente, somos nosotros quienes los construimos.

Actualmente existen robots, aunque no se han acercado tanto a lo humano como los mostrados en las películas. Sin embargo, ¿existen humanos robotizados? Quizás robotizados no sería la palabra exacta, más bien, ¿existen cyborgs en la realidad? Por supuesto.  Hace años que se están implantando en los humanos mecanismos como los marcapasos, caderas artificiales… De acuerdo con algunas definiciones del término, la conexión física y metafísica de la humanidad con la tecnología, ya ha empezado a convertirnos en cyborgs. Por ejemplo, una persona a la que se le haya implantado un marcapasos podría considerarse un cyborg, puesto que sería incapaz de sobrevivir sin ese componente mecánico. Otras tecnologías médicas, como el implante coclear, que permite que un sordo oiga a través de un micrófono externo conectado a su nervio auditivo, también hacen que sus usuarios adquieran acceso a un sentido gracias a la tecnología, aproximando su experiencia a la de un cyborg, aunque evidentemente no corresponden ninguna amenaza para la raza humana.

Y por último, el personaje del anti-héroe se puede ver en el personaje de Dekard en Blade Runner, un detective duro con un pie dentro y otro fuera, por decirlo de alguna manera, y que bien podría seguir la estela de otros personajes como Sam Spade en Dashiell Hammett (1894-1961) y el Phillip Marlowe de Ryamond Chandler (1888-1959). Aunque Dekard también puede entenderse con caracteres heroicos positivos, puesto que empieza en su papel de anti-héroe, anti-combatiente derrotado, pero termina siendo un héroe positivo al salvar la vida de Rachel y fugarse con ella. No obstante, en el caso de Blade Runner podríamos estar frente a un caso de crook story: el relato protagonizado por anti-héroes trágicos del mundo de la delincuencia (los replicantes), que finalmente se revelan como las víctimas de una fábula en la que el héroe posmoderno (Dekard) con el que se identifica el espectador inicialmente, resulta ser el verdugo.


Observamos que los personajes del cine posmoderno son más cercanos a nuestra realidad de lo que podríamos pensar a simple vista. ¿Quién no conoce a alguien que sea “el protegido”? ¿Quién no conoce al héroe urbano?, el que se mueve entre nosotros, el que se sienta a nuestro lado en el metro, ¿Quién no conoce a alguien que sea un líder de masas anónimo, o que las revolucione en la red? ¿Quién no tiene máquinas y altas tecnologías en su hogar? Si algo ha dado el cine posmoderno a los personajes es ese acercamiento con el público, muy relacionado con el arte y la cultura pop-art, el arte del pueblo y para el pueblo. Hoy en día, el héroe, el elegido, el anti-héroe o incluso el cyborg, puede ser cualquiera de nosotros.



"Ars longa, vita brevis"

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