lunes, 8 de octubre de 2012

LA SERPIENTE: DE LA VENERACIÓN AL PECADO

Es, si más no, curioso cómo puede llegar a evolucionar un símbolo en la historia, pero es más curioso aun cómo puede llegar a cambiar su significado dependiendo de los valores o contextos que se quieran mostrar. La serpiente es un claro ejemplo de este hecho. Conocida hoy, mayoritariamente, como un símbolo del mal asociada a lúgubres fines, cabe destacar que su origen fue muy distinto.
En el antiguo Egipto, la diosa cobra Uadyet era “Señora del Cielo” y protectora del faraón, símbolo del calor del sol y la llama del fuego. Representaba la fuerza del crecimiento y la fertilidad[1].
En Grecia, la serpiente era símbolo de sabiduría y salud. Uno de los referentes más antiguos es el dios griego Asclepio, que los romanos llamarían Esculapio, quien fue dios de la medicina. Su atributo era una serpiente enrollada en un bastón, utilizado como símbolo de la curación. Asclepio incluso tuvo en su poder la capacidad de resucitar a los muertos, razón de su propia muerte y ascensión a los cielos como la constelación Serpentario u Ofiuco representando un hombre rodeado por una serpiente, símbolo de la vida renovada[2]. Confirmar parte de la veracidad de dicha historia hoy en día es tan sencillo como observar que el símbolo de una farmacia sigue siendo una serpiente enroscada en una copa o en el caduceo de Mercurio; en el último caso suelen ser dos serpientes.
En la cultura oriental, la serpiente era considerada como un animal sagrado, sabio, de aspecto positivo y portador de buena suerte[3]. Aun hoy, en China es una entidad protectora; un ejemplo metafórico de ello lo encontramos en la Gran Muralla, construida para proteger al pueblo con una forma larga y sinuosa sobre un terreno montañoso.
En India es símbolo del dios Shivá, y sigue siendo venerada en algunas aldeas según sus creencias.[4]
En Mesoamérica las culturas indígenas poseen grandes ejemplos del respeto que este animal presentaba; el más famoso es el del dios Quetzalcóatl, la Serpiente emplumada (Fig.1), Kukulcán para los Mayas[5].

Fue con la llegada del cristianismo, sobre todo a partir de la Edad Media, cuando la iglesia estuvo en la cúspide de su poder, pero también en la religión islámica a través del Corán, cuando dicho animal se consagró como el mal, la representación del pecado y el símbolo del demonio[6].
La serpiente es culpable de todo el sufrimiento humano, culpable de tentar a Eva y Adán, culpable de que no vivamos en un paraíso eterno. Tal como narran las primeras páginas del Antiguo Testamento (Génesis, 3:14)[7] después de la expulsión de la tierra sagrada, Dios condena a la serpiente a arrastrarse y andar sobre su pecho. Esta idea suscita preguntas, como: ¿No se arrastraba ya la serpiente? ¿Acaso tenía otra forma antes de la concepción del pecado original? Además, Dios enemista desde ese momento a la mujer con la serpiente prediciendo que la mujer pisaría la cabeza del animal. Esta última apreciación ha servido como teoría iconográfica de redención del pecado en la historia del arte. Numerosas pinturas testimonian este mensaje, sobre todo de la época barroca, donde María encarna la figura de la Inmaculada Concepción, pisando la cabeza de una serpiente, o bien Jesús infante quien la ayuda a dar muerte al reptil presionando con su pie. La obra Madonna con el niño y Santa Ana  (1605) de Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610) que se encuentra en la Galería Borghese de Roma (Fig. 2), es un ejemplo iconográfico magnífico del barroco.
No obstante, en el Nuevo Testamento (Juan, 3:14) aporta otra visitón de este ser cuando Moisés clavó una serpiente en una cruz para que fuera vista por todo el pueblo como símbolo de fuerza curativa, de elixir mercurial, o lo que es lo mismo, de Cristo crucificado. El mensaje se traduce en el sacrificio de uno para la redención de todos, de esta forma el pueblo hebreo se libró de la plaga de serpientes que sufría. Una representación artística la ofrece Miguel Ángel (1475-1564) en una de las pechinas de la Capilla Sixtina, Serpiente de bronce (1509). Ejemplos como estos se repiten a través de todas Las Sagradas Escrituras; en numerosas ocasiones muestra contradicciones y ambigüedades del verdadero significado de la serpiente.

Ante la visión tan dispar y controvertida de la imagen simbólica de la serpiente, surgen algunas preguntas:
¿Por qué aun así habiendo más datos de las cualidades positivas que  negativas de la serpiente se sigue atestiguando que es una representación del demonio? ¿Por qué es tan ferviente y está tan aferrada la idea de la serpiente asociada a lo maligno, lo terrible y lo fatídico? Para finalmente plantearnos si el movimiento del Simbolismo del siglo XIX tiene algo que ver con esta visión negativa.
Durante el siglo XIX la mujer y la serpiente experimentan un significativo reencuentro, pero, esta vez, la situación es muy distinta a la de la época barroca. Así entramos en el campo de lo morboso y lo sinuosamente pecaminoso, para mostrar a ambas como aliadas, Eva pasa a ser Lilith. Así lo reflejan pintores como John Collier (1850-1934) en Lilith con una serpiente (1892) (Fig.3), y Franz Von Stuck en El pecado (1893) [8]. Se dice de Lilith que fue la primera mujer Adán, creada por Dios del barro como el hombre, pero resultó tener el suficiente carácter como para no dejarse oprimir ni dominar, lo que causó su propia marcha del paraíso y la posterior creación de Eva a partir de una de las costillas de Adán[9].
Tanto John Collier como Franz Von Stuck muestran a esta mujer, o su prototipo, sin rastro de redención alguna, sino todo lo contrario, confirmación del pecado e incluso de un cierto regusto por resaltar la lascivia[10]. La mujer se ha vuelto malvada, la serpiente la ha poseído por completo. La influencia del arte japonés en el arte europeo es evidente desde mediados, y sobre todo, a finales del siglo XIX. Las estampas “shunga” (escenas eróticas) invadieron el mercado y eran coleccionadas por los artistas[11], algunas de las cuales se exhibieron en la exposición que presentó el museo Picasso bajo el título Imágenes secretas, Picasso y la estampa japonesa (2009), remarcando este referente simbólico que nos ocupa. Son muchos los artistas que pintaron a la mujer y al animal (más allá de la serpiente) en ciertas actitudes que podrían catalogarse de lascivas, como la estampa El pulpo y la mujer buceadora (1814) de Katsushika Hokusai (1760-1849) e incluso representar el mundo de Eros y Tanatos[12]. Se reafirma así, pero con intenciones distintas, el mensaje que ya proclamaba la iglesia. La serpiente es un símbolo del mal y la mujer está unida a ello. Ambas son el pecado.

Se retoma aquí la cultura egipcia para centrar la atención en otro aspecto de la representación de la serpiente: el ouroboros (Fig.4), también llamado uróboro, o lo que es lo mismo, la representación de una o dos serpientes que se muerden la cola formando un círculo perfecto.
El primer ejemplo de este tipo se encuentra en un jeroglífico hallado en el 2.300 a.C en la cámara del sarcófago de la pirámide de Unas[13], dentro de un programa funerario que mostraba una serpiente con escamas multicolores que se devoraba la cola: las escamas simbolizaban las estrellas y la serpiente el universo, el todo. La imagen respondía así a una de las preguntas más ansiadas sobre la finalidad del ser, es decir: todas las cosas, aun siendo conectadas en el mundo por la providencia divina, están sujetas a la putrefacción. Todo lo terrenal, lo que representa al mundo sensible, tiene un fin, y siempre es el mismo y se repite una y otra vez, como un círculo perfecto. 
Aunque no siempre ha sido una serpiente, otros animales, todos elementos naturales, como el gusano, el dragón o el pez han podido también significar dichas cosas. O incluso el ave fénix, que muere por combustión espontánea y renace luego de sus propias cenizas, es un ave, que al igual que el símbolo del ouroboros, simboliza el ciclo natural de la vida, la muerte y la resurrección sin fin. Se interpreta entonces que tanto la serpiente como estos otros seres terrenales, acuáticos y aéreos, son elementos naturales, no maléficos. Representan la personificación de fenómenos como el sol, las fases de la luna, las olas del mar subiendo hasta cierta altura y cayendo después para volver a empezar, etc.
El ouroboros ha sido representado incluso como un elemento físico en el mundo de la ciencia, en el campo de la alquimia concretamente. En El libro de las figuras jeroglíficas de Nicolas Flamel (1330-1413), famoso alquimista al que se le atribuye el descubrimiento de la fantasiosa piedra filosofal capaz de proporcionar la vida eterna, se exhiben grabados que aluden a las serpientes como unidad de todas las cosas, las sensibles y las inteligibles[14]. Según el autor, éstas nunca desaparecen sino que cambian de forma en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinitud. Sin embargo, si se sigue indagando en el antiguo Egipto, en la ciudad de Alejandría, concretamente en un tratado de alquimia del siglo II a.C titulado Chrysopoeia de Cleopatra encontramos la inscripción “hen to pan”[15] que significa: todo es uno; rodeada por un ouroboros de color blanco y negro. Posiblemente el ouroboros refleje incluso la dicotomía de otros símbolos similares de grandes fuerzas opuestas, como el yin y el yang, ¿Qué es pues este símbolo si no una forma serpenteante y doble, clara y oscura, inscrita en un círculo perfecto?
Los antiguos veían en este símbolo el transcurso de los años, y el retorno al origen, palabras que recuperará siglos después el alemán Friedrich Nietzsche[16] (1844-1900). Para el filósofo, el ouroboros es el círculo de forma perfecta, el eterno retorno,  el esfuerzo eterno, la encarnación de la rotación cíclica, la vida, la muerte, y la resurrección, por los siglos de los siglos.

Así pues, viendo que generalmente es la Biblia la encargada de recalcar la idea de maldad en la serpiente, podemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿Ha sido tan grande la influencia de la Iglesia a través del tiempo y su difusión a través del arte tan potente, que ha hecho que se desconozcan, se omitan, o se olviden los significados e interpretaciones de otras culturas o de otros tiempos?


(Fig.1) Imagen tomada en la Ciudadela, el Templo de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, México, 2010.

(Fig.2) Detalle. Madonna con el niño y Santa Ana, (1605) Michelangelo Caravaggio, Galería Borghese, Roma.

(Fig.3) Lilith con una serpiente, (1892) John Collier, Atkinson Art Gallery de Southport, Inglaterra.
(Fig.4) Ouroboros. ROOB, A., Alquimia y mística, museo hermético, Köln, Taschen, (1996) 1997, p.403.

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[1] PETRIE FLINDERS, W.M., La religión de los antiguos egipcios, Barcelona, Abraxas ediciones, 1998, pp. 32-35.
[2] GRIMAL, P., Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., (1951) 1994, p. 55-56.
[3] CID, C., Mitología oriental ilustrada, Barcelona, Vergara ediciones, (1962) 1968, pp. 593-649.
[4] Ibídem, pp. 437-487.
[5] GONZALEZ TORRES, Y., Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica,  México D.F, Larousse, 1991, p.104. Recientemente la edición del catálogo de la exposición patrocinada por la Fundación La Caixa: Teotihuacan, ciudad de los Dioses; y específicamente los artículos: Cabrera Castro, R., “Excavaciones en la Ciudadela y el Templo de la Serpiente Emplumada”, Teotihuacan, Ciudad de los Dioses (cat.exp.) Barcelona, Fundación La Caixa, 2011, pp. 91-95, podrán ampliar la información sobre este tema concreto.
[6] Esta es nuestra interpretación en la cual nos preguntamos por qué es en el inicio del cristianismo cuando la simbología de la serpiente empieza a cambiar.
[7] Biblia de Jerusalén, Barcelona, Associació bíblica de Catalunya, Claret editorial y Societat Bíbliques Unides, (1993) 1994.
[8] La primera pintura se encuentra en Atkinson Art Gallery de Southport en Inglaterra, y la segunda en la Pinacoteca de Munich.
[9] BORNAY, E., Las hijas de Lilith, Barcelona, Cátedra, (1990) 2010, pp.25-30.
[10]Para información general consultar: DIJKSTRA, B., Ídolos de perversidad: la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, Madrid, Debate, (1986) 1993.
[11] BRU, R., “Ukiyo-e y el japonismo en el entorno del joven Picasso”, Imágenes secretas, Picasso y la estampa erótica japonesa (cat.exp), Barcelona, Museo Picasso, Instituto de Cultura de Barcelona, 2009, pp. 28-34.
[12]BRU, R., “Tentáculos de amor  y muerte: de Hokusai a Picasso”, Imágenes secretas, Picasso y la estampa erótica japonesa (cat.exp), Barcelona, Museo Picasso, Instituto de Cultura de Barcelona, 2009, pp. 55-69.
[13] ROOB, A., Alquimia y mística, museo hermético, Köln, Taschen, (1996) 1997, p. 425.
[14] FLAMEL, N., El libro de las figuras jeroglíficas, Barcelona, Obelisco ediciones, (1399) 1996, p.1.
[15] McCOY, C., disponible en world wide web: < http://www.dragon.org/chris/ouroboros.html>
[16] Para más información sobre la idea del eterno retorno consulte: NIETZSCHE, F., La gaya ciencia, Madrid, Akal ediciones, (1882) 1988, y NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra, Barcelona, Cátedra ediciones, (1883) 2008. Complementar con la interpretación de KLOSSOWSKI, P., Nietzsche y el círculo vicioso, Madrid, Arena libros, (1969) 2004.



"Ars longa, vita brevis"

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