* Este es un trabajo realizado para al asignatura "Tendencias del cine" de la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. Puesto que ocupa 45 páginas se colgará por capítulos.
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“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más
allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de
Tanhauser... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la
lluvia. Es hora de morir…”
Roy Batty. Blade Runner (Ridley Scott, 1982)
Durante
todo este post se pretende analizar el papel de la ciencia ficción dentro
del cine posmoderno, a través de, básicamente, tres películas que se consideran
fundamentales para dicho análisis, y a las que se hacen aquí constantes
referencias: Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Terminator: el juicio final (James
Cameron, 1991), y Matrix (Wachowski, 1999).
Se
trata de indagar la influencia que supuso la ciencia ficción literaria u otros escritos,
la moda de las décadas de los ‘80 y los ’90, a la par que los múltiples desarrollos
tecnológicos, en la creación de unas determinadas películas que fueron pioneras
en el uso de efectos especiales cinematográficos, o incluso estandartes de
nuevos movimientos socio-culturales.
1. ¿Qué es el cine posmoderno y qué
papel juega el género de ciencia ficción dentro de éste?
El cine posmoderno es aquel
en el que se aplican los conceptos y técnicas propias de la posmodernidad en su realización. La posmodernidad envuelve un gran número de movimientos artísticos,
culturales, literarios y filosóficos del siglo XX. El cine
posmoderno corresponde a la época actual y está basado en el eclecticismo y mezcla de las características de diferentes
estilos y géneros ya creados. No olvidemos que nada es nuevo, que siempre se
acaba volviendo a las antiguas fuentes, a los mitos, puesto que todo está
inventado, pero este retorno se hace de manera distinta, irónica incluso.
El fenómeno cinematográfico se ubica en la
posmodernidad a partir de los movimientos político – culturales que a finales
de los sesenta y mediados de los setenta marcaron la época de la transición del
cine moderno al cine posmoderno; transición que consecuentemente en Hollywood,
se caracteriza por la inevitable reestructuración institucional de las
condiciones económicas e ideológicas de producción y consumo; y por la
necesidad de integrar nuevos mecanismos tecnológicos de expresión, a raíz del
surgimiento de los videoclubs, de la disminución del número de producciones
para salas de proyección y del número de espectadores. El resultado de la
remodelación de los aspectos dominantes del cine causó, como ya hemos dicho, un
retorno a las formas clásicas y la experiencia vivida, el concepto de la autoría
y el estilo propio. Surgió así una nueva generación de cineastas, muchos
procedentes de la TV.
Hollywood tendrá que aceptar a los nuevos jóvenes
directores que salvarán el cine proclamando las ideas de sexo, drogas y rock
and roll; algunos de ellos fueron Coppola, Scorsese, De Palma, Spielberg,
Lucas, Malick…que bebían de referentes culturales antiguos como la arquitectura
o la literatura, o de nuevos, como el cómic; todo ello envuelto de un aurea muy
bizarra y de serie B (o Z incluso) cogida de la mano de Roger Corman. Ingleses
y americanos fueron los primeros en dar rienda suelta al cine posmoderno. A través de la tersura de la imagen, los ritmos del
montaje y la fuerza del color se anuncian como estandartes de una nueva
relación entre el cine y su público. A una época abanderada por los grandes ideales le
sigue otra de descreimiento y auto ironía, de negativa a crear, de rechazo al
encantamiento.
Algunas
de las características del cine posmoderno son:
-
Alteración del tiempo por medio de flash backs.
-
Simultaneidad de situaciones y a veces invirtiendo la
relación causa-efecto.
- El final suele contener un simulacro de epifanía.
Esto significa que el sentido del final depende del contexto de cada
interpretación proyectada por cada espectador particular.
-
Artificiosidad latente.
- Deconstrucción tanto de los sistemas narrativos y de
esquemas sociales, como convencionalismos y tradiciones.
-
Claras y nostálgicas referencias a influencias del
pasado.
-
Estética de imagen por encima de argumento.
-
Vocabulario coloquial y eliminación de tabúes sociales.
-
Presente idea del re-make (revival) y las secuelas.
- Relativización moral, que lleva
a convertir en protagonistas a asesinos en serie sin ningún juicio de valor.
-
Sustitución del metarrelato o
realidades absolutas.
- Plasmación de las
preocupaciones de la actual aldea global. Ecología, diversidad cultural,
familiar, sexual…
Existe
una clara crisis y ruptura del cine posmoderno con el cine clásico. ¿Qué queda
del realismo como convención del MRI? Si los personajes se han sustancializado,
la realidad se ha desrealizado, y el espacio y el tiempo se confunden, queda la
representación del vacío, una no resolución narrativa, ambivalencia.[1] También hay que tener en
cuenta el agotamiento teórico de la modernidad y la noción de crisis de los
grandes relatos, el adiós al humanismo metafísico por el progreso tecnológico.
Cultura post-industrial.
Dentro
de dicho cine posmoderno, la ciencia ficción es uno de los géneros que ayuda al
descubrimiento de una nueva forma de explorar al ser humano, sus sentimientos y
sus producciones. Aunque en un principio parezca un mundo fantasioso en el
fondo es un gran análisis de la psique humana.
La
ciencia ficción en el cine ya se viene asentando desde que Georges Mèliés
rodara Un viaje a la Luna (1898),
pero si bien, fue El Golem (1914) de
Paul Wegener y Hernik Galeen, la película que marcó un inicio en lo que al
hombre artificial y la máquina se refiere dentro de los parámetros de la
ciencia ficción sobre los que trata este trabajo. Temática que no quedará
aislada en el mundo de la gran pantalla, sino todo lo contrario, se confirmará
en 1927 con títulos como Metrópolis,
y llegará a tiempos posmodernos con Blade
Runner, la saga de Terminator o
la de Matrix. La era posmoderna es,
sin lugar a dudas, la gran era de las máquinas.
El
estado científico-técnico, que es marco de muchas obras de ciencia ficción, es
reflejo del contexto político que surge tras la Segunda Guerra Mundial y que
años más tarde hemos consolidado. Las decisiones democráticas de los ciudadanos
no sirven de nada y, políticamente, elegimos entre simulacros de hombres
poderosos que son meros teatralizadores de problemas, unos problemas que son, a
su vez, imágenes falsas, simulacros, también. Mientras, los amos de esa
maquinaria imparable, los que rigen hoy los designios de la humanidad, siguen
haciéndolo sin preocuparse por las criaturas.
¿Qué
es la primera entrega de la película Terminator
sino una obra clásica de entretenimiento en la era Reagan? Despiadado, alta
tecnología y lleno de presagios de apocalipsis. Y, ¿Qué es Terminator: el juicio final sino un thriller ideado de modo consciente para los años Bush? La fatalidad
deja paso, al final de la película, a un gran
sentido de exaltación moral.
La
creciente industrialización en su momento pudo fomentar el temor a un futuro en el que las máquinas, es decir,
la supeditación del hombre a seres artificiales, se contemplasen como las señas
de identidad de un progreso que aterraba pero fascinaba al mismo tiempo. Es
pues, la especulación, lo que en las obras futuristas alcanza una dimensión más
significativa.
En
todo caso, este tipo de texto fílmico de aspecto científico, puede funcionar
como ejercicio de predicción de acontecimientos futuros, valorados a partir de
un porvenir que se considera determinado por momentos pasados y presentes, lo
que permite atisbar el desarrollo evolutivo del futuro. Incluso, podría ser (si
no lo es ya) una práctica de prospectiva social magnificada por la resonancia
masiva del medio y su capacidad para desarrollar discursos de fuerte apelación
emocional. La ficción social que se despliega en el discurso fílmico no es
tanto expresión del pasado reconstruido, o el futuro esperado, como de un
espacio-tiempo virtual en el que recrean acontecimientos relevantes a partir
del presente. Cabe destacar, el pesimismo antropológico en este tipo de cine de
ciencia ficción debido al indeseado funcionamiento de la sociedad futura. La
resolución del discurso fílmico, en estas circunstancias, se da como eliminación de la realidad
vigente: la plasmación de los males posibles como un medio para prevenir y modifica
los futuros.
Así
pues, estos films futuristas, dejan participar al público como espectadores de
su propio futuro, y giran alrededor de las expectativas que imponen las
condiciones actuales.
La
representación audiovisual, vista de este modo, puede llegar a funcionar como
instrumento catártico de la sociedad y consciencia posmoderna.
Pero
también, ¿Hasta qué punto, hemos de plantearnos, tiñe la “verdad diegética” de
las obras audiovisuales de proyección masiva la “verdad” de las vivencias
pragmáticas cotidianas? Ernst Gombrich (1909-2001) nos advertiría que cualquier
imagen debe más a otras imágenes que a la “realidad” que representa.[2]
[1]
IMBERT,
G.: Cine e imaginarios sociales.
Barcelona: Cátedra, 2010, p.563.
[2] N.A: Ciertamente esta advertencia
de Gombrich podría parecernos contraproducente, pues ¿no están esas “otras
imágenes” sacadas de una realidad representativa también?
"Ars longa, vita brevis"
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