lunes, 25 de junio de 2012

LA CIENCIA FICCIÓN EN EL CINE: LA ERA DE LAS MÁQUINAS

* Este es un trabajo realizado para al asignatura "Tendencias del cine" de la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. Puesto que ocupa 45 páginas se colgará por capítulos.

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“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir…”

Roy Batty. Blade Runner (Ridley Scott, 1982)


Durante todo este post se pretende analizar el papel de la ciencia ficción dentro del cine posmoderno, a través de, básicamente, tres películas que se consideran fundamentales para dicho análisis, y a las que se hacen aquí constantes referencias: Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Terminator: el juicio final (James Cameron, 1991), y Matrix (Wachowski, 1999).

Se trata de indagar la influencia que supuso la ciencia ficción literaria u otros escritos, la moda de las décadas de los ‘80 y los ’90, a la par que los múltiples desarrollos tecnológicos, en la creación de unas determinadas películas que fueron pioneras en el uso de efectos especiales cinematográficos, o incluso estandartes de nuevos movimientos socio-culturales.

1. ¿Qué es el cine posmoderno y qué papel juega el género de ciencia ficción dentro de éste?

El cine posmoderno es aquel en el que se aplican los conceptos y técnicas propias de la posmodernidad en su realización. La posmodernidad envuelve un gran número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo XX. El cine posmoderno corresponde a la época actual y está basado en el eclecticismo y mezcla de las características de diferentes estilos y géneros ya creados. No olvidemos que nada es nuevo, que siempre se acaba volviendo a las antiguas fuentes, a los mitos, puesto que todo está inventado, pero este retorno se hace de manera distinta, irónica incluso.

El fenómeno cinematográfico se ubica en la posmodernidad a partir de los movimientos político – culturales que a finales de los sesenta y mediados de los setenta marcaron la época de la transición del cine moderno al cine posmoderno; transición que consecuentemente en Hollywood, se caracteriza por la inevitable reestructuración institucional de las condiciones económicas e ideológicas de producción y consumo; y por la necesidad de integrar nuevos mecanismos tecnológicos de expresión, a raíz del surgimiento de los videoclubs, de la disminución del número de producciones para salas de proyección y del número de espectadores. El resultado de la remodelación de los aspectos dominantes del cine causó, como ya hemos dicho, un retorno a las formas clásicas y la experiencia vivida, el concepto de la autoría y el estilo propio. Surgió así una nueva generación de cineastas, muchos procedentes de la TV.
Hollywood tendrá que aceptar a los nuevos jóvenes directores que salvarán el cine proclamando las ideas de sexo, drogas y rock and roll; algunos de ellos fueron Coppola, Scorsese, De Palma, Spielberg, Lucas, Malick…que bebían de referentes culturales antiguos como la arquitectura o la literatura, o de nuevos, como el cómic; todo ello envuelto de un aurea muy bizarra y de serie B (o Z incluso) cogida de la mano de Roger Corman. Ingleses y americanos fueron los primeros en dar rienda suelta al cine posmoderno. A través de la tersura de la imagen, los ritmos del montaje y la fuerza del color se anuncian como estandartes de una nueva relación entre el cine y su público. A una época abanderada por los grandes ideales le sigue otra de descreimiento y auto ironía, de negativa a crear, de rechazo al encantamiento.

Algunas de las características del cine posmoderno son:
-          Alteración del tiempo por medio de flash backs.
-          Simultaneidad de situaciones y a veces invirtiendo la relación causa-efecto.
-       El final suele contener un simulacro de epifanía. Esto significa que el sentido del final depende del contexto de cada interpretación proyectada por cada espectador particular.
-          Artificiosidad latente.
-   Deconstrucción tanto de los sistemas narrativos y de esquemas sociales, como convencionalismos y tradiciones.
-          Claras y nostálgicas referencias a influencias del pasado.
-          Estética de imagen por encima de argumento.
-          Vocabulario coloquial y eliminación de tabúes sociales.
-          Presente idea del re-make (revival) y las secuelas.
-      Relativización moral, que lleva a convertir en protagonistas a asesinos en serie sin ningún juicio de valor.
-          Sustitución del metarrelato o realidades absolutas.
-     Plasmación de las preocupaciones de la actual aldea global. Ecología, diversidad cultural, familiar, sexual…

Existe una clara crisis y ruptura del cine posmoderno con el cine clásico. ¿Qué queda del realismo como convención del MRI? Si los personajes se han sustancializado, la realidad se ha desrealizado, y el espacio y el tiempo se confunden, queda la representación del vacío, una no resolución narrativa, ambivalencia.[1] También hay que tener en cuenta el agotamiento teórico de la modernidad y la noción de crisis de los grandes relatos, el adiós al humanismo metafísico por el progreso tecnológico. Cultura post-industrial.

Dentro de dicho cine posmoderno, la ciencia ficción es uno de los géneros que ayuda al descubrimiento de una nueva forma de explorar al ser humano, sus sentimientos y sus producciones. Aunque en un principio parezca un mundo fantasioso en el fondo es un gran análisis de la psique humana.
La ciencia ficción en el cine ya se viene asentando desde que Georges Mèliés rodara Un viaje a la Luna (1898), pero si bien, fue El Golem (1914) de Paul Wegener y Hernik Galeen, la película que marcó un inicio en lo que al hombre artificial y la máquina se refiere dentro de los parámetros de la ciencia ficción sobre los que trata este trabajo. Temática que no quedará aislada en el mundo de la gran pantalla, sino todo lo contrario, se confirmará en 1927 con títulos como Metrópolis, y llegará a tiempos posmodernos con Blade Runner, la saga de Terminator o la de Matrix. La era posmoderna es, sin lugar a dudas, la gran era de las máquinas.

El estado científico-técnico, que es marco de muchas obras de ciencia ficción, es reflejo del contexto político que surge tras la Segunda Guerra Mundial y que años más tarde hemos consolidado. Las decisiones democráticas de los ciudadanos no sirven de nada y, políticamente, elegimos entre simulacros de hombres poderosos que son meros teatralizadores de problemas, unos problemas que son, a su vez, imágenes falsas, simulacros, también. Mientras, los amos de esa maquinaria imparable, los que rigen hoy los designios de la humanidad, siguen haciéndolo sin preocuparse por las criaturas.
¿Qué es la primera entrega de la película Terminator sino una obra clásica de entretenimiento en la era Reagan? Despiadado, alta tecnología y lleno de presagios de apocalipsis. Y, ¿Qué es Terminator: el juicio final sino un thriller ideado de modo consciente para los años Bush? La fatalidad deja paso, al final de la película, a un gran  sentido de exaltación moral.

La creciente industrialización en su momento pudo fomentar el temor  a un futuro en el que las máquinas, es decir, la supeditación del hombre a seres artificiales, se contemplasen como las señas de identidad de un progreso que aterraba pero fascinaba al mismo tiempo. Es pues, la especulación, lo que en las obras futuristas alcanza una dimensión más significativa.

En todo caso, este tipo de texto fílmico de aspecto científico, puede funcionar como ejercicio de predicción de acontecimientos futuros, valorados a partir de un porvenir que se considera determinado por momentos pasados y presentes, lo que permite atisbar el desarrollo evolutivo del futuro. Incluso, podría ser (si no lo es ya) una práctica de prospectiva social magnificada por la resonancia masiva del medio y su capacidad para desarrollar discursos de fuerte apelación emocional. La ficción social que se despliega en el discurso fílmico no es tanto expresión del pasado reconstruido, o el futuro esperado, como de un espacio-tiempo virtual en el que recrean acontecimientos relevantes a partir del presente. Cabe destacar, el pesimismo antropológico en este tipo de cine de ciencia ficción debido al indeseado funcionamiento de la sociedad futura. La resolución del discurso fílmico, en estas circunstancias,  se da como eliminación de la realidad vigente: la plasmación de los males posibles como un medio para prevenir y modifica los futuros.

Así pues, estos films futuristas, dejan participar al público como espectadores de su propio futuro, y giran alrededor de las expectativas que imponen las condiciones actuales.
La representación audiovisual, vista de este modo, puede llegar a funcionar como instrumento catártico de la sociedad y consciencia posmoderna.
Pero también, ¿Hasta qué punto, hemos de plantearnos, tiñe la “verdad diegética” de las obras audiovisuales de proyección masiva la “verdad” de las vivencias pragmáticas cotidianas? Ernst Gombrich (1909-2001) nos advertiría que cualquier imagen debe más a otras imágenes que a la “realidad” que representa.[2]


[1] IMBERT, G.: Cine e imaginarios sociales. Barcelona: Cátedra, 2010, p.563.

[2] N.A: Ciertamente esta advertencia de Gombrich podría parecernos contraproducente, pues ¿no están esas “otras imágenes” sacadas de una realidad representativa también?






"Ars longa, vita brevis"

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