martes, 10 de julio de 2012

FRANCIS BACON IV

Crítica y publicaciones

Frances Bacon durante su mayor período de reconocimiento, la década de los 50-60, tuvo un dispar papel entre la crítica dedicada al mundo del arte. Habían buenas y malas críticas, aunque más peyorativas que constructivas. Los críticos de Inglaterra no se ponían de acuerdo con los de América y viceversa, por su parte Francia presentaba un papel neutral aunque más oscilando a favorable, por no mencionar a Alemania que omitía al artista por completo. ¿A qué se debían estas diferencias geográficas? ¿Tenían algo que ver con el contexto del momento?

Analicemos el caso de Norte América. John Russell (1919-2008), crítico inglés comentaba en 1945 que así como en Inglaterra la obra del artista había dado pie a grandes escritos sobre el arte de los últimos treinta años, nunca había tenido ese impacto entre los americanos. Este hecho él cree que se debe a que en 1945 la guerra estaba a punto de acabar en Europa, no obstante en UK se resistían a creer que la maldad del ser humano es reductible. Las personas seguían haciéndose cosas horribles unas a otras…y como visión de la humanidad, esto a América le parecía tan pesimista como inoportuno.
La pintura de Bacon era como un reflejo de los aspectos desagradables de la vida moderna, las imágenes no casaban con el ilimitado optimismo de buena parte de la pintura americana de posguerra. Para los críticos americanos el arte de Bacon era demasiado figurativo y narrativo,preocupado por la imaginería cristiana, profundamente europeo, fruto de una experiencia de la guerra y de una filosofía que no se avenía con la visión americana del mundo ni al arte de allí debido a su rechazo a la abstracción. Sin embargo, ¿todo este hecho sólo tiene que ver con su arte o estilo? Por supuesto que no, sino no estaríamos haciendo un estudio sociológico. Esta marginación por parte de la crítica americana también se debe al hecho social de la propia condición sexual de Bacon. La homosexualidad del artista era incompatible con el código de valores puritanos y machistas de muchos contemporáneos americanos. No fue hasta la década de los ’80, cuando la aparición de la historia del arte feminista, los estudios de género y la teoría gay creó un ambiente receptivo para el arte hecho por no heterosexuales.
Aunque Alfred Barr compró su Pintura 1946 en 1948 para el MOMA, siendo así el primer museo que adquiría obra suya, hay una notable ausencia de comentarios de los principales críticos americanos en los inicios de la madurez de Bacon. Thomas Hess, el elocuente defensor de Willem de Kooning y de la Escuela de Nueva York de la posguerra, no escribió nunca sobre él.  Clement Greenberg, tal vez el crítico americano más influyente de los años cincuenta y sesenta, sólo le mencionó tardíamente y únicamente para repetir clichés. Ni su presencia en el Pabellón Británico de la Bienal de Venecia en 1954 y en la Bienal de Sao Paulo en 1959, ocasionaron escritos. En un artículo para el Burlington Magazine, Douglas Cooper, sólo le mencionaba de pasada despechándole con su característico desdén por lo británico. El arte de Francis Bacon era la amenaza para el expresionismo abstracto (véase por ejemplo, Jackson Pollock), que era la más característica contribución americana al gran arte de la posguerra. No fue hasta el 68 que expuso en la Marlborough Fine Art cuando su celebridad estaba asegurada y la mayoría de los críticos americanos le recibieron con respeto.

No obstante, no todas los críticos de la época opinaban lo mismo. La crítica inglesa, como era de esperar, era muy favorable. Allan Bowness, historiador del arte y director de la Tate Gallery de 1980 a 1988 escribió: “Bacon es sin duda el mayor pintor vivo, ningún artista de nuestro siglo ha representado la figura humana con tanto sentimiento”.

En cuanto a los escritos sobre Bacon en la historia del arte, las primeras menciones y reseñas fueron escritas sobre todo por autores británicos para el público británico. Russell y Sylvester destacan como defensores e intérpretes positivos de su obra.
David Sylvester, uno de los más independientes críticos de arte del siglo XX, fue quien publicó en 1975 el libro Interviews with Francis Bacon, London, Thames & Hudson, and New York: Pantheon (1975), una serie de entrevistas realizadas durante el 62 y el 74, cuando el éxito de Bacon ya estaba consagrado. Curiosamente, a parte de este autor que era inglés, aunque viviera y escribiera en París, el resto de grandes escritores de Bacon son franceses, Michel Archimbaud y Gilles Deleuze famoso filósofo, además del destacado escritor y antropólogo Michel Leiris. ¿Por qué hay este interés francés por Bacon cuando él no fue representado por ninguna galería francesa ni tenía ninguna relación especial con el país, ya que sus vínculos oscilaban entre Londres y NY? Bien, la exposición que hubo en el Grand Palais en 1971 responde a este hecho. Dicha exposición consagró a Bacon como maestro vivo del arte moderno, respaldado por la ciudad donde Pablo Picasso había labrado su fama y donde había surgido el surrealismo. Además, la dramática muerte por sobredosis de George Dyer, ex amante de Bacon, en vísperas de la exposición del Grand Palais añadió una aureola de autenticidad al repertorio temático del artista.
La introducción de Michel Leiris al catálogo de la exposición del 71 contribuyó a la impresión de que Francia reivindicaba para sí a uno de los mejores talentos de Europa. Leiris, intelectual destacado de su generación puesto que era un eslabón con el surrealismo y artistas de la talla de Masson y Picasso (la hermana de Leiris era la marchante del pintor español), realzaba su idea de que el arte de Bacon era realista y tenía un efecto visceral.

A partir de su muerte en el 92, autores amigos y conocidos como Michael Peppiatt o Andrew Sinclair, empezaron a publicar obras biográficas que añadían textura y matices a las declaraciones del publicado libro anteriormente por David Sylvester.

En lo que se refiere a publicaciones en libros de historia del arte, en los amplios volúmenes que ocupa el libro de Ingo F.Walther, Arte del siglo XX, Taschen, Colònia, 2000, por ejemplo, sólo es mencionado valorablemente en tres páginas. En el libro de A. Guasch, El arte último del siglo XX, Alianza, Madrid, 2000, ni tan siquiera ocupa una página entera, sólo es mencionado levemente en algunas líneas. Por último, en el libro de H. Foster, R. Krauss, Y-A. Bois, B. Buchloch, Arte desde 1900, Akal, Madrid, 2006 (2004), Francis Bacon es mencionado en no poco más de un párrafo, y brevemente en alguna línea a modo de referencia. No es mucha la información que se nos presta del artista en estos libros, tendríamos que valorar mucho más la extensa lista de monografías que existen sobre él. A destacar estaría el fabuloso catálogo que elaboró el Museo del Prado en 2009 titulado simplemente Francis Bacon.


 "Ars longa, vita brevis"

No hay comentarios:

Publicar un comentario